martes, 10 de enero de 2012

Irán escala su desafío a Occidente enriqueciendo uranio en el búnker de una montaña.





El Organismo Internacional para la Energía Atómica ha confirmado que Irán está enriqueciendo uranio a un nivel de pureza de hasta el 20% en su central de Fordo, cercana a la ciudada sagrada chií Qom y camuflada en una montaña, lo que complicaría su destrucción en un virtual ataque occidental.

El búnker nuclear, situado a unos 160 kilómetros de Teherán, está además fortificado y protegido por las fuerzas armadas, y por tanto es difícil que pueda ser alcanzado desde el aire.

El enriquecimiento de uranio es la parte más polémica del programa nuclear iraní. Teherán se escuda en que lo está haciendo en el marco de una investigación médica y que no ha escondido sus planes al OIEA.

Occidente asegura que el uranio de pureza del 20% no es necesario para las plantas de electricidad y que constituye un paso más hacia la que se requiere para crear una bomba nuclear.

La comunidad internacional asegura que a Irán le falta la tecnología para procesar uranio enriquecido de tal forma que pueda usarse para un reactor de investigación médica.

El hecho de que el complejo se localice en el interior de una montaña, complica la posibilidad de que Israel o Estados Unidos puedan destruirlo. Ambos países aseguran que una acción militar es la última de las opciones, en caso de que la diplomacia y las sanciones no disuadan a Irán.

El régimen de los ayatolás desveló a la OIEA en 2009 que estaba construyendo una instalación bajo una montaña en Fordo, aunque sólo después de que fuera detectada por la Inteligencia occidental.

fuente/elmundo.es

"Una guerra entre Iran e Israel podría provocar la desaparición violenta de alrededor de 16 a 28 millones de iraníes en un plazo de tres semanas. Paralelamente, las bajas israelíes ascenderían a 200 a 800.000 personas"

Según Anthony Cordesman, miembro del equipo de investigadores del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales de Washington, una guerra entre los dos países podría provocar la desaparición violenta de alrededor de 16 a 28 millones de iraníes en un plazo de tres semanas. Paralelamente, las bajas israelíes ascenderían a 200 a 800.000 personas. Mientras la sociedad hebrea sería capaz de superar las consecuencias de este complejo ataque, las estructuras árabes se verían seriamente dañadas por la ofensiva.

Para los iraníes, que difícilmente podrán disponer de más de una treintena de ojivas nucleares en 2010, el objetivo prioritario sería sin duda la destrucción de los grandes centros urbanos, Tel Aviv o Haifa. A su vez, los israelíes centrarían sus ataques contra las instalaciones nucleares persas, ubicadas en Teherán, Natanz, Ardekan, Saghad, Gashin, Bushehr, Aral,, Isfahan y Lashkar Abad, aunque también contra las principales ciudades iraníes, Teherán, Isfahan, Tabriz, Shiraz, Quon y Ahwaz. Por otra parte, Israel, que dispone actualmente de más de 200 cabezas nucleares, trataría de conservar armamento para posibles ofensivas contra sus vecinos – Egipto y Siria – o contra algunos Estados del Golfo Pérsico.

En el caso de Siria, la zona más castigada por un ataque nuclear sería la región poblada por la minoría alawita, a la que pertenece la dinastía de los Assad. El operativo militar hebreo provocaría alrededor de 18 millones de víctimas en apenas tres semanas. La respuesta de Damasco, que dispone de armas químicas y biológicas, acabaría con la vida de 800.000 israelíes.

En Egipto, la ofensiva se centraría contra las principales ciudades, El Cairo, Alejandría, Port Said, Luxor, Suez, o Asuán, causando bajas de decenas de millones de personas. Ello supondría, según Cordesman, el final de las civilizaciones persa y la egipcia, aunque también el de la era del petróleo.

Las apocalípticas previsiones del politólogo estadounidense están basadas en los informes elaborados por los servicios de inteligencia israelíes y occidentales, aunque también en una serie de declaraciones de políticos y estrategas que vaticinan el ocaso del régimen de los ayatolás, en caso de un ataque nuclear contra el Estado Judío.

Otro detalle significativo fue el simulacro de ataque aéreo israelí contra Irán llevado a cabo durante la primera semana de junio, en el que participaron más de un centenar de aviones de la Fuerza Aérea hebrea.

Los asesores del Presidente Bush prefieren centrar su interés en las consecuencias de una presión internacional concertada contra el régimen islámico de Irán, que podría desembocar en el abandono del programa nuclear persa. En el caso contrario, la Casa Blanca tendría dos opciones: confiar en que la elección del republicano Mc Cain garantizaría la continuidad de la política estadounidense frente a Irán o, caso de que el demócrata Barak Obama se alce con la victoria en las elecciones del mes de noviembre, que el Presidente Bush aproveche las semanas de interinato para lanzar una ofensiva militar contra los “rebeldes” islamistas persas. Sombríos augurios éstos para Oriente y Occidente.

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